sábado, 8 de agosto de 2015

Senectud, de Italo Svevo

Un vendaval de pasiones...



Este no era el libro que venía buscando cuando entré la mañana de un ya remoto jueves en mi librería favorita y, a pesar de que no lo era -yo ni siquiera había oído en mi vida el nombre de Italo Svevo-, me lo acabé llevando ante los muchísimos elogios que le echaba la librera y ante el hecho de que por el artículo de Wikipedia parecía un tipo interesante. Sé que no se deben comprar los libros así, pero esa librería nunca me había fallado hasta entonces, todo lo que me llevaba de allí era rematadamente bueno, y esa mañana no fue una excepción. Se puede decir que lo que pagué por el libro mereció la pena.

El libro que me llevaba era Senectud, una novela escrita aún en el s.XIX, aunque con un enfoque más característico de la narrativa del s.XX. Fue la segunda novela de su autor antes de un silencio de 25 años, porque la novela no se dignó a leerla nadie después de las duras críticas recibidas. Y es que Svevo desafiaba a las principales corrientes de la literatura europea del momento con su narrador juguetón y su (ab)uso del estilo indirecto libre, que caía en una técnica de escritura atípica que luego desembocaría en la tradición del monólogo interior que cultivaría James Joyce and Company. De hecho, fue Joyce el que descubrió a Svevo a la crítica parisina y el que le animó a seguir escribiendo y a publicar su tercera novela conocida como su obra maestra: La conciencia de Zeno

Fuera de estos datos que nos sirven simplemente para contextualizar al autor vayamos a la obra en sí. ¿Qué se nos narra en Senectud? Su título puede resultar engañoso si tenemos en cuenta que la novela está protagonizada por jóvenes que se encuentran en la plenitud de la vida, en la edad en la que florece el amor, pero la senectud en esta novela no es un estado físico, sino un estado de ánimo. A lo largo de la historia asistiremos a un progresivo desgaste del personaje central que se verá erosionado por los quiebros de la vida al igual que una roca se ve erosionada por el granizo. Los desengaños amorosos, las traiciones de los amigos que uno consideraba fieles y las penas familiares formarán una triple alianza que se propondrá desestabilizar a Emilio Brentani, joven escritorzuelo sin éxito y oficinista de 35 años que vive enamorado de Angelina, una mujer rubia de una edad aproximada a la suya con un espíritu muy lúbrico, de la que dicen las malas lenguas que se ha acostado hasta con el vendedor de paraguas. Emilio es el único que ve a Angelina como un ángel al no conocer la historia de ésta más que sugerida por otros. Cuando descubre la verdad tal cual es, Emilio se debatirá entre abandonar a Angelina, acto que le supera al no ver su vida lejos de ella, y aceptarla tal cual es, lo que tampoco está dispuesto a hacer debido a su fuerte carácter celoso. Emilio transitará durante toda la obra entre el desengaño y el autoengaño sin ser capaz de mover un dedo por salir de la situación en la que ha entrado favoreciendo el doble juego de Angelina y padeciendo por ello. Todo lo que sucede entre ambos es contado por Emilio al que piensa que es su amigo, el escultor Estaban Balli, quien acepta su amistad sólo para sentirse superior ante alguien. De hecho, el trato que recibe Emilio de Esteban no es un auténtico trato de amistad sino uno de manipulación que lleva a Emilio a convertirse en subordinado de Esteban. Éste, para mantener su sentimiento de superioridad se propone darle lecciones de cómo tratar a las mujeres y para ello le propone una doble cita, donde irán Emilio, Angelina, él mismo y su pareja eventual, una tal Margarita, que se deja maltratar por Esteban, apareciendo descrita como una mujer poco o nada inteligente. Aquí comienza el enamoramiento de Angelina por Esteban, el cual no para de mostrarse brutal en toda la noche. Los celos le llevan a Emilio a desconfiar de su propio amigo. Otro personaje con mucha importancia es el de Amalia, la hermana del protagonista, que debido a su fealdad siente envidia de la vida de Emilio, aunque ésta no sea del todo dichosa. Amalia se quedará también embelesada pronto con la figura de Balli, que tendrá que prometerle a Emilio dejar de parar por casa para almorzar.

Como podemos ver, en la novela tiene mucho peso lo sentimental. Después de leerla me gusta ver la obra como una suerte de vendaval de pasiones donde se retratan muy bien las psiques de los diversos personajes principales que interactúan entre sí. Tiene alguna que otra reminiscencia a García Márquez, salvando las distancias.  Por otro lado, la complejidad argumental es digna de alabanza; la estructura nos lleva a un final muy interesante donde se nos descubre que lo único necesario en esta vida es encontrar un motivo por el cual vivirla y que hay personas que encuentran ese motivo en sí mismas, así como también las hay que lo encuentran en otras. 

Sería conveniente volver también al tema del narrador, que es tremedamente interesante porque, a pesar de ser en tercera persona, se focaliza tanto en Emilio que llega al extremo del estilo indirecto libre y lo que piensa este personaje se mezcla con la narración habitual volviéndola poco fiable, pues entre lo que Emilio piensa que va a hacer y lo que hace finalmente hay una distancia abismal llena de condicionantes. Además, esta férrea focalización no le impide al narrador abandonar a Emilio, pues hay varias páginas en las que éste no aparece, sino que se nos muestra lo que hacen otros personajes como Esteban Balli o Amalia Brentani y se indaga en su psique casi de la misma forma, mediante esta mezcla que es la esencia del monólogo interior. 

En definitiva, nos encontramos ante una gran obra que merece ser leída. Bastante recomendable.Tenéis otra reseña más, muy buena si se me permite decirlo, de Marta Sanz en La Tormenta en un vaso.

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