viernes, 15 de agosto de 2014

Muerte accidental de un anarquista, de Dario Fo

Crítica social llena de carcajadas...


Me van a perdonar si no les gusta el texto dramático, pero creo que van a caer un puñado de ellos por una temporada. Este será el primero. La primera obra que leo del dramaturgo italiano ganador del Nobel en 1997, una obra sumamente atrevida en su momento por la situación social del país en 1970, donde la policía abusa de su poder y aún quedan rescoldos fuertes en la sociedad del antiguo fascismo y, por supuesto, vive la creencia popular, que ha llegado, desgraciadamente, hasta hoy, no sólo en Italia, de que los anarquistas son todos, por el simple hecho de mantener esas ideas políticas, unos gamberros, unos vagos y unos, sobre todo esto último, terroristas. A esta obra escrita por Dario Fo la Derecha italiana le puso veinte mil trabas para que pudiera ser estrenada en un teatro. Tuvieron que recurrir a actores, en muchos casos, no profesionales, a un atrezo barato y demás. 

  Y es que la obra está basada en un escándalo policial demasiado reciente, encubierto por un gobierno de ideas cada vez más fascistas, el famoso "vuelo" de Pinelli en 1969. Echando mano del prólogo de la edición que me merendé antes de ayer les voy a resumir brevemente la historia para que se hagan una idea. En 1969 explotan una serie de bombas en Roma y en Milán y rápidamente la policía busca culpables entre los numerosos anarquistas que trabajaban por la zona. Hay una oleada de detenciones, entre ellas la del ferroviario Pinelli, que, tras un tenso interrogatorio en el cuarto piso de la jefatura de policía de Milán, se "suicida" lanzándose por la ventana, "presa de un rapto", de la misma forma, o no, que el anarquista de la obra. Dario Fo, para evitar críticas y dar la posibilidad a la censura de echar sus zarpas sobre la obra que ha escrito, defiende que su tragicomedia no se inspira en el anarquista Pinelli, sino en su camarada Salcedo, que, viviendo en Norteamérica en los locos años veinte, corrió una suerte similar. Es, pues, que esta obra tiene huevos. ¡Unos huevos enormes, coño! -Perdón por el taco. A veces me emociono.-Y eso hay que reconocerlo. Porque estas "extrañas" muertes de anarquistas parecieron continuar con fuerza hasta 1974 y no tengo dudas de que Dario debió ser amenazado en no pocas ocasiones.

  La obra en sí está compuesta por tres actos que se representan en la comisaría de policía de Milán y cuyos personajes son un Loco (tipo que parece habitual en las obras de Fo si nos fiamos del experto que ha escrito el prólogo del libro), un Agente, el Comisario Bertozzo (superior del Agente), el Comisario Jefe (superior de Bertozzo), el Comisario de la brigada política (superior del Comisario Jefe) y una Periodista. La escena la abren en el despacho de Bertozzo el Comisario B., el Agente y el Loco, al cual le han detenido por estafa. El Loco tiene, según él afirma, un problema mental, por el que lo han internado ya dieciséis veces un manicomio, que se llama histriomanía, que le hace querer ser tanto otras personas que se pasa toda la vida asumiendo diversos roles, actuando como si la vida fuera el teatro. A lo largo de la obra le veremos representar el papel de Juez y de Obispo. Será ocurrencia suya robar los papeles sobre la muerte accidental del pasado año del anarquista del despacho de Bertozzo cuando éste desaparece y hacerse pasar por el Juez que revisa el caso. Esta obra nos mostrará las múltiples incongruencias de los razonamientos policiales cuando tratan de esconder una verdad donde han cometido un abuso, un abuso de lo que ellos deberían defender, la ley. Se produce en ella la paradoja del Loco-Cuerdo, donde el personaje, ese que ha ido dieciséis veces al manicomio, es el más sensato y lúcido de la obra, el que más y mejor razona. Mientras se revisa el caso poco a poco se descubrirá que el anarquista no saltó, presa del rapto del que todos piensan, sino que lo tiraron y que, posiblemente, ya estaba más que muerto cuando lo hicieron. Todo este dramón lleno de crítica social está sazonado curiosamente con un humor salvaje maravilloso que elevan, sin duda, la obra y la convierten en una de las más divertidas que habré leído jamás. Como libro, no he visto aún ninguna representación por falta de tiempo, sólo decir que es muy muy recomendable. 

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