miércoles, 14 de febrero de 2018

Boy, Snow, Bird, de Helen Oyeyemi



Boy Novak es una chica pobre de Nueva York que vive con un padre maltratador que se dedica a la desagradable tarea de criar enfermizas ratas para exterminar a las de los demás en una especie de grotesca orgía caníbal entre roedores. Harta del deprimido ambiente que la rodea y que le impide una vida digna, se escapa de casa y coge un autobús que la llevará a Flax Hill, donde encontrará un clima aparentemente más sano, pero en el que no terminará muy bien de encajar. Aunque la historia se centra principalmente en ella, seguiremos también de cerca a un conjunto de personajes, vinculados principalmente con la familia Whitman, que, con ciertas reticencias, terminarán por acogerla como una más. A los problemas de Boy se sumarán los conflictos familiares internos de los Whitman, con sus redencillas y una historia de amor triple donde la comodidad y la razón harán frente a sentimientos pasados. 

Boy, Snow, Bird es una novela turbulenta, protagoniza por tres mujeres y que posee una estructura a medio camino entre la Bildungsroman y la saga familiar, con importantes tintes de novela social, principalmente cargados de ironía, y alguna que otra escena que roza de pleno la cursilería, pero que, por lo general, no tiene la mayor importancia, por lo que no le resta calidad al contenido. Boy crece como mujer en el poblado de Flax Hill; allí llega en los 1950s y lucha por sobrevivir, por tener qué comer, por encontrar un empleo digno en un mundo que no tiene en cuenta la voz de las mujeres, sólo su cuerpo. Sin embargo, Boy es inteligente, ha sufrido y sabe moverse. Pronto conocerá a Mia Cabrini y a Arturo Whitman, uno de sus remotos amantes. Arturo tiene una hija pequeña llamada Snow, que destaca por su extraña belleza albina y por su inocente corazón. Snow, que perdió a su madre en el parto, busca en Boy una nueva, pero la forastera, que se siente sumamente incómoda, e incapaz de reaccionar de otra forma la tratará con la frialdad y la crueldad con la que le ha cincelado el carácter su padre. 

La tercera protagonista es Bird y su incursión en la novela como narradora de la segunda parte se me antoja algo inconsistente, sobre todo porque tras más de ciento cincuenta páginas pasamos de una narradora adulta como puede ser Boy con la que ya empatizábamos plenamente a escuchar la venturas y desventuras de una niña que parece que sólo nos puede interesar por ser la hija negra de la anterior. Al igual que Boy es una chica a la que se le ha obligado a ser dura como el estereotipo del "macho", Bird destaca por su imaginación, que parece que se la va a llevar volando en cualquier momento. En su parte, un tema que había sido desarrollado tangencialmente como el de "ser negra en los Estados Unidos de su momento (totalmente extrapolable a los de ahora y los de fuera de las fronteras norteamericanas)" cobra un interés mucho mayor porque Oyeyemi nos obliga a ver ese mundo negro con los ojos de alguien que está dentro. No nos engañemos, en nuestro sistema social funcionan unas jerarquías mentales que divide el mundo en géneros binarios que funciona por mera sencillez y comodidad. ¿Es el hombre lo contrario de la mujer? ¿Lo blanco lo contrario de lo negro? Desgraciadamente, la apreciación de otras posibilidades (ya sean estas intermedias o no) continúa siendo un imposible para muchas personas. Oyeyemi juega a deconstruir estos valores a lo largo de su novela y sorprende al lector, porque,  a diferencia de los otros personajes, las protagonistas de Boy, Snow, Bird carecen de muchos prejuicios y eso permite que descubrimientos de lo que para cualquier otra persona sería circunstancial y necesario a ojos vista se demoré muchísimo. Y esto puede molestar a quienes leemos por dos motivos: 1) porque puede parecernos inverosímil y sacado de chistera que obviedades que incumben a las formas de existir de los personajes aparezcan cuando ya nos habíamos creado una sólida visión de ellos, y 2) porque tras los desvelamientos uno se siente tan cargado de prejuicios y tan miserable que si se lo piensa dos veces lo mismo hasta le duele. Oyeyemi consigue darnos una lección importantísima en este libro y que va más allá de las pequeñas fábulas que incorpora, que, por otra parte, no tienen demasiada trascendencia: nos recuerda que por mucho que conozcamos (o creamos conocer) a alguien, nunca tendremos ni tenemos por qué tener todas sus claves, por lo que hay que evitar caer en juicios precipitados. El universo es más relativo de lo que aparenta ser.

He de decir que el texto me ha entusiasmado y que creo que esconde una profundidad mucho mayor que la que puede desprenderse de su superficie. Como ya he dicho antes, si bien no creo que la cursilería de algunos episodios reduzca la calidad intrínseca de Boy, Snow, Bird he de advertir de ella a aquellos que quieran emprender su lectura, porque lo que para mí puede ser una molestia menor para otros puede resultar un error garrafal de la autora que haga de la novela un plato intragable. Os recuerdo que esta es siempre mi visión y que no tiene nadie por qué coincidir con ella. Si queréis escuchar otras os recomiendo las de Orlandiana (cuya reseña, mucho más sopesada  y mejor redactada que esta, me descubrió la novela maravillosa de una maravillosa autora) y Un libro al día (donde parecen muy molestos porque la estructura de la fábula no se aplica en la rigidez en la que creen que debería, lo que, como os digo, para mí es lo de menos).



sábado, 10 de febrero de 2018

Llenos de vida, de John Fante



John Fante es un reconocido novelista y guionista que a comienzos de los 1950s ha conseguido la suficiente solventura económica como para comprarse un chalet cercano a los estudios de Hollywood y poder permitirse tener a su primer hijo con su mujer Joyce. La narración comienza a los pocos meses de embarazo de esta y nos muestra a un John ligeramente esperanzado frente a los caprichos y a la inestabilidad emocional de una esposa que lo detesta y lo ama según le da. John intenta engañarla con otra, pero se siente incapaz. Es un hombre cobarde, cargado de inseguridades, y así le tratan sus familiares más allegados. Cuando el reluciente suelo de la cocina se venga abajo por un ataque descontrolado de termitas, su mujer se negará a pagar a un albañil para que lo arregle, por lo que John se verá obligado a acudir a su padre, Nick Fante, un campesino prejuicioso y dictatorial que le martirizaba cuando era pequeño, pero que teniendo experiencia en el sector y no cobrando un duro es la mejor baza para que el importe invertido en la casa no haya sido en balde.

Fante construye una novela de autoficción con importantes chispas de inteligencia y un humor variopinto cuyos diálogos no son quizás los mejores de la historia de la literatura, pero que guarda un mensaje enternecedor que cala hondo en el lector y que le lleva a pasar momentos bastante agradables. Toda la novela gira en torno a la cobardía de Fante, que no quiere ser padre ni hombre ni adulto y que no le queda más remedio que afrontar una realidad ineludible. John se nos muestra como un auténtico "calzonazos", sin criterio ni voz ni voto, que sólo quiere esconderse para llorar y que se muestra incapaz para comprender el complejo mecanismo que le rodea. Su mujer, ante la alarma del parto, vagabundea de un clavo ideológico a otro para salvarse, ya que sabe que la mano que le tiende su marido, por muy buen intencionada que esté, es provisional y agarrarse a ella podría traerle más problemas que beneficios a largo plazo. Por otro lado, el papá Fante representa para John la personificación de sus miedos más profundos: la tiranía del padre que gobierna sobre sus hijos y controla todo lo que tienen que hacer. John teme convertirse en su padre con el bebé que está en camino. A esta peculiar familia habría que sumarle la madre de Fante, una mujer que depende emocionalmente y en grado máximo del sino de sus hijos y que cada vez que ve a alguno finge que se desploma en el piso, y el catequista de Joyce, que se comporta como el clásico "cura metomentodo" que se cree con el derecho divino de juzgar a quien le venga en gana.

La historia que se nos narra es, como se podrá entender, desenfadada y entretenida. El texto es ágil y asequible y recuerda en su estilo remotamente a algunas novelas del Paul Auster de Brooklyn Follies. Lo cierto es que me lo he pasado muy bien leyéndola y eso se lo agradezco a Cities (Das Bücherregal), que me la recomendó a finales del pasado año. Tenéis más reseñas de Llenos de vida en Cuchitril Literario y Un libro al día

Reseña de otras obras de John Fante en esta esquina: La hermandad de la uva, Espera la primavera, Bandini,


miércoles, 7 de febrero de 2018

La verdadera vida de Sebastian Knight, de Vladimir Nabokov




La verdadera vida de Sebastian Knight fué una de las primeras novelas que Nabokov escribió en lengua inglesa, cuando aún se encontraba en el continente europeo. No suelo fijarme mucho en la vida de los autores por eso que en el New Criticism se llamó la falacia biografista y con la cual suelo coincidir en la mayoría de casos. No obstante, es innegable el tremendo parecido que existe entre la personalidad del propio Nabokov y del protagonista aparente de esta "novela". Sebastian Knight es, como el Nabokov de esta época, un escritor que busca la pureza de los detalles en una lengua que no es la suya, rusificando el inglés en un extrañamiento frío y preciosista. Marcha a estudiar a Inglaterra poco después de la muerte de su padre y descubre que lo único que se le da bien en la vida es escribir y que para todo lo demás puede ser el hombre más torpe y despistado del planeta. Knight vive en su mundo de palabras y matices y construye un universo propio a lo largo de cinco libros, cuyas historias irán apareciendo en el libro sustancialmente, sintiéndose todas ellas viejos proyectos de novelas cuya construcción el propio Nabokov habría descartado.

La etiquetación de este libro es complicada, pues si bien no parece una "novela" del todo, contiene elementos propios de la misma, con personajes marcadamente literarios, situaciones cómicas, dramáticas y poéticas y una gestión de la intriga increíblemente bien elaborada. Digo que no es una novela del todo porque a lo largo del texto se van introduciendo numerosos elementos monográficos, apreciaciones y fragmentos de las novelas que Sebastian habría escrito. El narrador no es él, ni una figura omnisciente, sino un tal V. (¿Vladimir?) su hermanastro, que tras la muerte del escritor ruso (nacionalizado inglés) y la edición de un libro lleno de infamias y calumnias sobre Sebastian convierte en su deber publicar una biografía fiel y sincera que dote a la figura de su hermano del prestigio que sabe que merece. Es así como nuestra visión de Knight se torna muy parcial y llena de toda clase de filtros. V. habla con la desdichada prometida del autor, que decidió abandonar por otra; habla con amigos pintores y poetas que conocieron de cerca el corazón oscuro de su medio hermano, con viejos amigos de la universidad que recuerdan lo mal que jugaba al tenis y emprende una búsqueda cargada de magia por toda Europa tras los pasos de la amante -la "femme fatale"- que habría llevado la vida de Sebastian a la más absoluta ruina económica y al pleno desarrollo de su creatividad literaria. Por todo esto cuesta asimilar esta novela como una más, pues en ella conviven plenamente la narración de viajes con el comentario literario y con el género de una biografía, que aunque trate a un personaje de ficción, se siente muy real por todo el amalgama de sentimientos que expresa V. hacia su hermano y que oscilan desde la envidia hasta la admiración. V. desprecia y ama al mismo tiempo a Sebastian; Nabokov lo convierte en un personaje que parece sacado de una novela de Dostoievski, con un discurso que trata de disimularse y que resulta incapaz. ¿V. escribe este libro por Sebastian? ¿Quiere honrar su memoria? ¿O quiere, por lo contrario, desprenderse del duro peso que conlleva ser el hermano menor de un hombre como Sebastian Knight? ¿De ser el hermano menor de un Nabokov? Con un apellido que no comparte pero cuya sangre está ligada a la suya y le relega al mero papel de segundón para toda la eternidad. Llega un punto en el que vemos como V. tiene que explicarse a sí mismo que tras la muerte de su hermano dede ser capaz de seguir viviendo sin ese modelo perenne que le hablaba en la distancia como si fuera un dios.

La función lúdica e irónica de Nabokov y su complejidad rusa vuelven a esta obra una historia cargada de momentos literarios especialmente bellos, que serán la delicia de los lectores más avezados y que ya conozcan al autor previamente. Cualquiera de las novelas de Sebastian podrían haber funcionado si hubieran sido editadas en este mundo nuestro y no en el suyo y por el elaborado desarrollo que realiza Nabokov podrían haber llegado a ser muy buenos libros de ficción, aunque su función profundizadora en el universo de La verdadera vida de Sebastian Knight ya es más que suficiente. Para aquellos que les guste la escritura creativa, encontrarán aquí multitud de material interesantísimo que no deberían dejar escapar. En lo que respecta a mi lectura, he de decir que me he divertido mucho y me he maravillado con cada gesto de los personajes, con cada reflexión tan sumamente humana que no puedo más que recomendarlo encarecidamente. Una maravilla poco conocida y que merece con creces la pena leer. ¡Fijáos, que hasta creo que he llorado con algunos párrafos! Tenéis otra reseña más en Lecturas en New York, que es algo modesta y se centra en otros matices que yo no he tratado en esta. He encontrado alguna otra por la red, pero era más un análisis que una reseña y desvelaba demasiada información del libro, lo que hacía que si no lo habías leído a priori te reventase la historia en la cara, así que, a pesar de la extraordinaria calidad del texto, me cuido de linkearlo aquí.

Más reseñas de obras de Vladimir Nabokov en esta esquina: La defensa