domingo, 21 de enero de 2018

Paisaje con reptiles, de Pilar Pedraza





Alicia es una pintora aficionada que aspira a convertirse en una gran artista y que está casada con Julius, un ingeniero mucho mayor que ella. Ambos se trasladan a vivir desde España a un remotísimo y diminuto archipiélago en medio de un océano tintado de negro por el escape de una planta de extracción petrolífera. Mientras que Julius y su equipo tratan con desesperación de encontrar la intrincada forma de contener la mancha, que parece crecer más y más a pesar de sus esfuerzos, Alicia intenta no aburrirse merodeando por los turbios espacios de la isla en busca de la inspiración que le permita continuar con su obra. En uno de sus paseos, la pintora conoce a Amara, Seffira Touissant y a un grupo de niños que disfrutan sacando tortugas milenarias del mar para luego descuartizarlas y llevarse el enorme caparazón a casa como trofeo. Las tripas del reptil, marcas del sacrificio, quedan al sol de la tarde y sirven de símbolo de la crueldad y de la fuerte tendencia a la destrucción que tienen los seres humanos, así como del placer que encuentran en esta, que a diferencia de los adultos, no disimulan sentir los niños.

De hecho, una parte importante de la novela se centra en esta idea de la destrucción de los demás, la de uno mismo y el placer estético que puede hallarse en ello. Pedraza desarrolla aquí un pensamiento sadomasoquista en el sentido metafórico con el que trata de hablarnos de la bestialidad del ser humano, que con toda su civilización y todo su progreso, no deja de ser un animal salvaje que lucha por sobrevivir a través del sexo y del poder. La mancha de petróleo es una constante en toda la novela y sirve para apoyar estas ideas sobre la destrucción del hombre por el hombre y del mundo por el hombre y de la necesidad que tenemos de justificar absurdamente esa destrucción. Julius se ve comprometido por Alicia, que no quiere estar allí, e incluso enferma impotente por enfrentarse a la oscuridad de la mancha sin una convicción verdadera y sin ninguna posibilidad de victoria. Su evolución progresiva hacia la locura a lo largo de la trama está muy bien construida y lo convierte en un auténtico monstruo de novela de terror con escenas memorables y muy cinematográficas. Pedraza compone capítulos impresionantes en los que cada palabra se siente medida y se ajusta a la perfección a las sensaciones que busca transmitir.

Pero la evolución de Julius es sólo la punta del iceberg y sirve de muestra para dar un paso más allá: explicar los toscos comportamientos y la apariencia marina de los isleños, que habrían llevado toda su vida allí, bajo el influjo enloquecedor de la mancha y la mirada vidriosa de las tortugas. Al principio Alicia no encuentra demasiado extraños a los indígenas y siente por ellos más curiosidad que miedo, pero a medida que va avanzando la historia comprende que corre el riesgo de contegiarse de su animadversión, su miseria y su hambre de violencia. También hay que decir que Alicia no es una chica común, sino que se siente una estrafalaria artista que adora el sexo masoquista, cree en sirenas, adopta un mono y va a visitar a adivinos. Lo cierto, es cada nuevo descubrimiento que hacemos tanto de Alicia como de la isla y de los otros personajes consigue que la atmósfera adquiera tintes cada vez más enrarecidos. Diría que tiene hasta cierto aire weird, que no le va a convencer a todo el mundo, pero que a mí, por lo menos, me ha enamorado. Estos descubrimientos están muy bien dispuestos y controlados para generar una intriga en torno a una serie de misterios que parecen no resolverse nunca. La isla se convierte en un lugar maldito y sus aldeanos danzan sobre ella con las caras pintas de enfermedad y podredumbre. El ambiente dominado por los prejuicios y por cierta reminiscencia sobrenatural recuerda, salvando las distancias, a la Comala de Pedro Páramo. Sin duda, repetiré con la autora en el futuro. Bastante recomendable si tienes buen estómago, ya que algunas escenas pueden llegar a herir sensibilidades. Tenéis otra reseña en Un libro al día (con quienes coincido de manera general; se centran en desarrollar otros aspectos muy interesantes de la novela, por lo que os la recomiendo).

Más reseñas de obras de Pilar Pedraza en esta esquina: La pequeña pasión,


4 comentarios:

  1. Todavía no he leído nada de Pilar Pedraza aunque por lo que he podido ver aquí y allá me parece una autora con la que conectaré con facilidad.

    Gran reseña y desde hoy tienes un nuevo seguidor.

    Saludos

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    1. Muchas gracias, Ariel. Esta es la primera obra que leo de Pedraza y me ha encantado.

      Siéntete libre de pasear por esta esquina, leer, comentar y sugerir lo que quieras.

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  2. Buenas, Lucas.

    Antes que nada, darte las gracias por mencionar mi reseña en la tuya. Lo cierto es que se me pasó este post en el momento de su publicación, y no lo encontré hasta hace unos días.

    He editado mi reseña para añadir este enlace, porque precisamente me ayudas a ejemplificar uno de los puntos que en ella señalaba. Es curiosa la interpretación que le das a la novela, me parece muy acertada.

    De esta autora he leído recientemente "Lucifer Circus", y la verdad es que me ha gustado menos que "Paisaje con reptiles". No obstante, seguiré con ella, porque creo adivinar un potencial enorme en su obra.

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    1. Muchas gracias, Oriol.

      Suelo linkear muchas reseñas de ULAD porque creo que hacéis un excelente trabajo. Unas veces mi interpretación de la obra en cuestión coincide más y otras menos, pero eso es precisamente lo bello de la literatura -y del arte en general-, cómo pueden existir muchas visiones legímitas de un mismo texto.

      Sobre Pedraza, comentarte que leí el mes pasado "La pequeña pasión", una de sus primeras novelas. Es más íntima y menos exótica que "Paisaje con reptiles", pero a mí me encantó igualmente. Comparten una misma línea de discurso.

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