viernes, 1 de septiembre de 2017

Madre noche, de Kurt Vonnegut



Howard Campbell Jr. está encarcelado en la prisión internacional de Haifa, en Israel, a la espera de ser juzgado por crímenes contra la humanidad tras haber sido colaborador del Regímen Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Howard Campbell habría trabajado para el Ministerio de Propaganda durante el conflicto, aprovechando su inglés nativo para distribuir ideología nacionalsocialista entre la población estadounidense gracias a su emisora de radio. Sin embargo, parece que en el fondo era un agente doble de los Estados Unidos, algo que la nación del águila no admitirá jamás para no ver perjudicada su imagen. Teniendo la certeza de que lo van a condenar a muerte diga lo que diga, Campbell escribe su testimonio para las autoridades israelíes, una especie de memorias en las que trata de poner de relieve como el presunto nazi se habría adaptado para sobrevivir en un sistema cuya bases no compartía, sintiéndose perfectamente responsable de ello. Su aparente sinceridad le lleva a despotricar contra todas las formas de gobierno de su momento histórico, lo que vuelve este libro ante todo una crítica contra el poder (o el abuso de poder, más bien) político en cualesquiera que sean las caretas ideológicas tras las cuales se esconde. Las diferencias entre capitalismo estadounidense y comunismo soviético no son más que meras superficialidades y lo mismo ocurriría entre el nazismo y el sionismo, como dos caras de la misma cultura del odio. Todas las ideologías se autoproclamarían a sí mismas como la mejor y de ahí procede la desconfía de Campbell, que se adapta sin autoengañarse, manteniendo siempre una sospecha nihilista sobre cada acto humano. 

Para convencer a las masas los grandes discursos ideológicos se habrían valido de las estructuras del sistema propagandístico, que también en Madre Noche recibe duras, aunque merecidas, críticas. Tras la novela de Vonnegut se nos muestra como miles de personas prefieren ser guiadas por otros. El pincipal problema residiría en la falta de conciencia crítica de las masas, o la falta de fuerza de voluntad para oponerse a los dictados de los poderosos. Las masas habían preferido que les dijeran qué pensar, cómo actuar y sobre todo a quién odiar. El odio mueve las guerras y reestructura los mapas políticos y económicos. La maquinaria del odio es ignorada a conciencia por Howard Campbell, aunque él haya contribuido a mover sus ejes más que muchos, por lo que le resulta bastante complicado aceptar que otros le odien y eso le lleva a sentir vergüenza y desprecio por su persona. No deja de verse a sí mismo como una víctima más de la turbulencia del mundo, de la maldad de la ideología. Lo único que Campbell recuerda con gusto son sus años de dramaturgo de éxito en Berlín, en los años previos a la guerra, donde en su vida personal, a pesar de la cultura de odio nazi imperante en la sociedad, todo era amor, primero por su esposa y luego por su artístico trabajo. La idea de la nación de dos que propone está muy presente en este momento casi inicial de su relato: uno puede ser feliz a pesar de estar rodeado por el odio siempre que haya alguien dispuesto a amarle. Quizás para mi gusto es una idea bastante sentimental y cursilona, aunque en la novela este amor funciona más bien como parche, como velo que cubre otros problemas más serios a los que la ceguera del amor no nos permite prestarles atención, y bueno en ese sentido funciona muy, pero que muy, bien.

Vonnegut escribe la historia de un personaje ambiguo, polémico y fugitivo, la historia de un hombre que trata de no ahogarse nadando en todas las direcciones posibles. Su indecisión y su falta de coherencia consigo mismo y con los demás, la ausencia de unas bases éticas inamovibles lo llevan a una situación aparentemente irreversible. Vemos a Campbell como quien ve a un niño lloroso al que le han quitado un caramelo, solo que la prosa de Campbell es mucho mejor que la del niño y a él le han quitado su vida y sus esperanzas y no una triste golosina. Se crea un antihéroe al que el lector no sabe si amar u odiar, o ambas cosas en diferentes momentos.

Sobre el estilo de la novela, lo más interesante quizás sea decir que la trama está maravillosamente bien dispuesta, de forma que, aunque sepamos desde el inicio que Campbell acabará en Haifa el no saber cómo ni por qué, así cómo los continuos desvelamientos, giros argumentales asombrosos y reflexiones críticas nos harán querer seguir leyendo esta novela hasta su desenlace. Se mezclan las técnicas narrativas recurrentes en las novelas de espionaje con una historia de revisión de los crímenes del nazismo que no trata de defender a los radicales alemanes, pero que deja ver su cara más humana y es que, aunque nos moleste terriblemente, estos criminales también podían tener su sensibilidad artística y amaban a sus animales. Hemos convertido en monstruos a los nazis sólo para olvidar que sus discursos y sus acciones fueron pronunciados y ejecutados por personas. Queremos tanto evitar parecernos a ellos que les hemos quitado la condición de personas tal y como ellos hacían con los negros, los homsexuales o los judíos. Puede que no usemos la violencia, pero el germen del odio sigue ahí, latente. 

El reo cuenta su historia con algunas pinceladas de humor que alivian un poco una narración que, de otra forma, terminaría resultando bastante seria. También contiene instantes muy líricos que podrían haber quedado fatal en otra parte, pero que aquí no sólamente no desentonan, sino que incluso se puede decir que aportan. Os dejo, pues, con un fragmentillo de la novela y me despido hasta la próxima reseña.

 "Me quedé helado.
No fue el sentido de culpabilidad lo que me heló. Me había enseñado a mí mismo a no sentirme culpable.
Tampoco fue un horrible sentido de pérdida lo que me heló. Me había enseñado a mí mismo a no desear nada
Tampoco la rabia desconsoladora contra la injusticia. Me había enseñado a mí mismo que un ser humano encontrará con más facilidad tiaras de diamantes en las cloacas que recompensas y castigos justos.
Tampoco el pensar que Dios era cruel. Me había enseñado a mí mismo a no esperar jamás nada de Él.
Lo que me dejó helado fue el hecho de que no tenía ningún motivo para moverme en una u en otra dirección. Lo que me había impulsado a actuar durante tantos años muertos y vacíos había sido la curiosidad."

 
Tenéis más reseñas de Madre noche en Das Bücherregal (sitio en el que me recomendaron esta lectura) y en El Biblionauta (que tiene una visión algo distinta de la mía, de esas que te hacen replantearte la mitad de lo que has escrito). Tenéis otra reseña más reciente en Librería de urgencia.


Reseñas de otras obras de Kurt Vonnegut en esta esquina: Cuna de gato, Las sirenas de Titán, El desayuno de los campeones,



4 comentarios:

  1. Estupenda reseña, me han entrado ganas de releer la novela y todo. Espero que sigas disfrutando con Vonnegut, me da un poco de envidia en retrospectiva (si es que algo así existe) pensar que tienes aún prácticamente toda su obra por delante. Y por supuesto muchas gracias por el link, aunque la verdad sea dicha, después de leer tu artículo el mío como que sobra. Yo este mes leeré "La pianola", así que en breve tendrás más referencias a su obra en mi blog. Por cierto que a raíz de varios de tus apuntes en relación a las dinámicas que mueven al ser humano a cometer tantas infamias durante la guerra, no he podido evitar recordar la película Experimenter, que cuenta la historia de Stanley Milgram y todas sus aportaciones a la psicología, incluyendo cómo no su experimento sobre obediencia a la autoridad. Totalmente recomendada si es que no la has visto ya.

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    1. Muchas gracias, Cities. Puede que tengas razón y que tu reseña fuera un poco escueta, aunque si no hubieras reseñado tanto a Vonnegut, yo jamás lo habría leído, por lo que no puedo evitar estarte agradecido y linkearte. También hay que tener en cuenta que fue una de tus primeras reseñas y que hace ya de eso la friolera de siete años, que, obviamente, ahora escribes mucho mejor y el que te siga lo sabe. Leeré con gusto tu reseña de "La pianola" cuando la saques. Ahora estoy por terminar "Cuna de gato", siguiendo un poco con tu línea de recomendaciones,aunque seguramente aparezcan antes dos o tres reseñas que ya tengo escritas. No conocía la película; pero me la apunto para verla lo antes lo posible.

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  2. Si Howard Campbell es un personaje maravilloso, es justamente por lo que tú dices. Era un escritor romántico, que nada más quería contar historias sobre el amor y el Santo Grial. Pero Campbell vivió en un mundo en el que el romanticismo no era posible, y decidió nadar en todas las direcciones al mismo tiempo. A todos traicionó, y por todos fue traicionado: al final, al igual que los cerdos, fue utilizado entero, excepto los berridos. Rusos, alemanes y norteamericanos, judíos y gentiles, todos cobraron su parte. ¿Amarlo, odiarlo? No sé si se pueda: es un hermano nuestro, que intentó lo imposible, y terminó destrozado.

    Si no es molestia, dejo acá mi reseña de este libro: https://libreriadeurgencia.wordpress.com/2020/04/04/example-post-3/

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    1. No, no es molestia. Todo lo contrario. Es un placer tenerte por aquí. Ahora mismo retoco la reseña para que aparezca un link a la tuya. Cuantas más lecturas más se aprende con una obra. No conocía tu blog, quedas añadido inmediatamente a mi blogroll.

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