sábado, 1 de agosto de 2015

Todo va bien, de Socrates Adams

Bueno, todo, lo que se dice todo...




Todo va bien es ese libro que compré cuando salió al mercado hace un par de años y cuya lectura había postergado hasta hace una semana aproximadamente. Tenía en él grandes esperanzas puestas, sobre todo por los elogios que aparecen en la contraportada y por la afluencia de buenas críticas que recibían en la blogosfera las obras de la entonces recién nacida editorial de José Luis Amores, bautizada como una de las novelas más famosas de Nabokov: Pálido Fuego

“Hilarante y perturbadora y un mil por cien original. Nunca había leído a nadie como  Adams. Me he reído como no recuerdo haberme reído jamás.”
Dice Ben Brooks, el escritor de Lolito, de la obra que hoy nos ocupa; lo que me da a entender tres cosas:

1) Que no ha leído mucho.
2) Que el gusto literario lo tiene en un sitio un tanto infrecuente, por no decir en el ano.
3) Que ya sé que no debo leer una novela suya ni por accidente.

La pena es que no dice ninguna mentira. Es verdad que uno se ríe y que hay una cierta búsqueda de lo perturbador. También es verdad que es difícil encontrar a un escritor como Adams. Así de malo es el tío. Véase cagadas del tipo:

“Hace una mañana excelente en los Alpes italianos. Ubicación: Italia.”(Pag. 132)

Podríamos decir que el narrador aquí, por ejemplo, intenta ser irónico. ¡Ojalá fuera así! ¡Ojalá! 
La repetición de elementos innecesarios enturbia toda la obra, que no llega a 170 páginas y le sobra, así literal, mínimo unas 30. Muchas veces aparecen observaciones fáciles que no aportan absolutamente nada.

Pero, ¿de qué va esto? Tendremos que explicarlo un poco mejor para entrar en detalle. Bueno, pues Todo va bien trata de la vida de un currito imbécil, porque es imbécil además de narrador en primera persona, que trabaja en una  multinacional que vende tuberías por teléfono a grandes empresas, siendo víctima de la alienación que provoca el agotamiento de su oficio basado en repetir hasta la extenuación lo mismo una y otra vez. Sus resultados no van demasiado bien y su jefe, que está para que lo encierren en alguna parte, le regala un tubo y le obliga a cuidarlo como si fuera su hija para que aprenda qué significa ser responsable. Si no es capaz de hacerlo cómo es debido le despedirá. La palabra DESPIDO hace que los oídos le duelan a Ian, el prota, en labios de su jefe e intenta evitar hacérsela pronunciar cómo sea. Como Ian no está capacitado para cuidar a su hija tubo, y su jefe lo sabe porque ha puesto cámaras en su casa –algo que al protagonista le parece muy normal-, se le degrada a un puesto inferior (“Encargadillo de Mierda”) en el cual pasa largas horas atado a una silla y mirando una serie numérica en el ordenador. Cuando ésta termina al final de la jornada le pregunta la máquina si todo va bien e Ian asiente para poder marcharse. Mientras tanto el alienado intenta seguir con su vida normal, buscando el amor y soñando con unas vacaciones en los Alpes franceses.

En Todo va bien encontramos cuatro críticas a la realidad contemporánea en la que vivimos: una crítica al consumismo, otra a la pasividad de los seres humanos, otra a la alienación de la población de a pie y otra a las relaciones sociales de dependencia que se establecen en la actualidad. Es verdad que hay eso, pero no lo que nos promete la portada:

“Una declaración de rebeldía contra la existencia pasiva y sumisa.”

Al narrador se le ofrece la oportunidad de escapar de esa realidad opresora en la que vive, pero, como en los cuentos de Cortázar, la acaba rechazando por miedo al riesgo de morir. Adams intenta enseñarnos que tenemos que comernos un mojón y aguantarnos con los trabajos de mierda que vamos a acabar teniendo a lo largo de nuestra vida y que lo auténticamente esencial tendremos que reservarlo para cuando salgamos del curro. No hay ninguna declaración de rebeldía en ella, sino una aceptación de la opresión que nos proyectan desde arriba. En definitiva, es una crítica que pone de manifiesto cosas que ya sabemos desde que entramos en la guardería sin poner ningún tipo de solución al conflicto.

Por otro lado, hay recursos muy interesantes en Adams, como el hecho de que el tubo tenga pensamiento propio y nos cuenta la historia de cómo vino de China en barco y de que su mayor deseo es huir de Ian y entrar en un sistema de tuberías. Entre otras cosas se dicen frases tan divertidas como:

“He dejado que mi relación con Sandra afecte al desarrollo intelectual de mi niña. Soy un egoísta. No soy capaz de reprimir mi naturaleza despiadadamente ambiciosa.” (Pag, 99) 
“Ian está llorando. Me está contando sus problemas. Me habla de los Alpes italianos. Lo siento por Ian. No voy a ir con él a los Alpes italianos. Soy un tubo normal, sólo trato de existir.” (Pag. 100)
“Los tubos y los humanos tienen un sentido del humor diferente. Eso se debe a que los humanos no son perfectos.” (Pag. 109)

Sin embargo, el precio de la novela no es ningún chiste y lo que se ha dicho de ella dista mucho de lo que uno se encuentra luego. Para empezar, hay que tener en cuenta que el narrador es imbécil, que escribir una novela con un narrador así es tremendamente fácil, porque cualquier locura que se te ocurra puede ser justificable. Y, no obstante, no resulta verosímil ni dentro de una suerte de lógica de la novela. Hay novelas absurdistas, que beben de maestros como Kafka, y otras directamente absurdas. Pienso que Todo va bien es de las segundas. Las psicologías de los personajes están exagerados al extremo y en ellas apenas se producen una evolución, que es de golpe y que acaba con una involución, también de golpe. Las frases, ya lo veis en los ejemplos, son sumamente simples y muchas veces abunda en ellas la adjetivación y la falta de subordinación, lo cual se adapta tanto a un escritor en ciernes malucho como a un narrador imbécil. También hay que destacar que repite tanto los mismos recursos que termina por cansar. De la misma forma acabas harto del nombre del protagonista porque te lo verás escrito en casi la mitad de las frases.

Ciertamente parece que estamos ante un texto con pretensiones de cuento de Cortázar que no llega a materializarse bien se le mire por donde se le mire. No obstante, que como objeto de entretenimiento puede servir. No diré que no. 

Tenéis otra reseña, de alguien que ha leído mucho más que yo, y con la cual coincido en todo, a pesar del tremendo spoiler, en:

La Medicina de Tongoy



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