viernes, 15 de mayo de 2015

Todos los fuegos el fuego, de Julio Cortázar


El reflejo del hombre en las llamas…




Esta reseña de Todos los fuegos el fuego podría finiquitarse con un “todos los relatos [fuegos] de Todos los fuegos el fuego son de una calidad literaria difícilmente alcanzable para cualquier escritor del planeta Tierra”, pero tengo la lengua muy suelta y hoy, justo el día en el que se cumplen dos años de la fundación de esta Esquina, me cuesta callarme la explicación de por qué esos fuegos, tan particulares, en sus enrevesadas, ustorias y pasionales flamas, deben ser dignos de alabanza, por lo que no cerraré el pico ahora mismo y redactaré resumidamente, como siempre hacemos aquí, los motivos que me llevan a cavilar bajo este cuadro de incendios que nos propone el mago argentino de Cortázar. 

Con la pasión y la ternura de su parte Cortázar escribe dentro de la corriente de la narrativa neofantástica iniciada por autores como Kafka. Tomando elementos absurdos (un atasco que dura meses, una mentira piadosa en la que acabarán creyendo los propios mentirosos, una isla que aparece siempre por la ventanilla del mismo vuelo a la misma hora con la cual se obsesiona un piloto, un espectador de una obra de teatro al que convierten en protagonista tan bien que acaba por convencerse con seguridad de que su papel no es sólo de pegatina,…) tomando elementos absurdos digo, se configura todo un imaginario tan universal como el del propio Borges, al cual debe Cortázar gran parte de su presteza. Los absurdos no degeneran en la angustia propia del mundo kafkiano, sino que son resueltos de la manera que menos espera el lector, resultando siempre verosímil dentro de la lógica de los relatos. 

Por ejemplo, pensemos en La autopista del sur, que es primero de sus relatos, donde se produce un atasco en la autopista del sur que conecta con París, un atasco por motivos que desconocemos, un atasco que las autoridades no se encargan de descongestionar, sino que simplemente dejan ahí a los conductores, que esperan días y días, y acaban organizándose en células y viviendo en auténticas comunas donde se ayudan los unos a los otros en la medida de lo posible para poder sobrevivir. Los conductores reúnen comida y agua, pero esta se agota; cuando corren a pedir agua a los granjeros de la zona, estos no sólo se las niegan, sino que, además, les amenazan con echarlos de sus tierras a la fuerza, siendo más de uno apuntado con una escopeta y alguno asesinado por coger de la huerta lo que no le pertenecía. Todo parece indicar que se desarrollará una guerra entre los aldeanos y los conductores, quienes ya viven adaptados a ese nuevo mundo. De hecho, uno de los personajes va a tener un hijo con una conductora de un Dephine al final del cuento. Sin embargo, no ocurre esto; Cortázar nos hace una finta como un futbolista profesional y nos deja como alelados mirando como el balón nos ha adelantado y nos toca retrasar la posición lo más rápido posible. Cuando los víveres se agotan, corre el rumor de que el hombre de un Porsche varias células arriba tiene comida para vender a nuestros protagonistas. Poco a poco todos ponen dinero de su bolsillo para comprar víveres y agua. Esta actitud recuerda a las clásicas actividades mafiosas. De hecho, el del Porsche tenía un rival en la zona donde vendía que misteriosamente desaparece. Todo parece volver a indicar que el del Porsche se va a merendar al grupo de nuestros protagonistas cuando se queden sin monedas, pero esto no es tampoco lo que ocurre; es sólo otra finta. Al mismo tiempo hay una crítica a los medios de comunicación y al poder. La radio no para de anunciar durante semanas que la autopista del sur está siendo reparada por las autoridades y que pronto volvería a abrirse al tráfico y, sin embargo, no se ve un helicóptero, un policía o una ambulancia en todo el cuento. O creo que sí se ve un helicóptero. Bueno, el caso es que pasa de largo. Las noticias que se emiten están, por lo tanto, manipuladas por alguien a quien no le interesa que se sepa de la negligencia, sea cual sea, que acaba de cometer.

Otro cuento muy interesante es el siguiente de La salud de los enfermos, donde una familia le oculta a una madre la muerte de su más preciado hijo tratando de convencerla de que aquél se halla trabajando en la fábrica de una capital de provincias brasileña. Es uno de los cuentos más tiernos, donde los hijos se esfuerzan hasta límites increíbles por lograr que no sufra su madre, la cual se encuentra débil de salud. La realidad es construida a través de esta ficción de que el hijo vive y se muestra ante la madre a través de cartas escritas por otros, pero firmadas aparentemente por él y remitidas al domicilio familiar. Se crea una mentira insostenible, que sólo aguantará por la fe de ella, quien sabe perfectamente que su hijo no vive, al tiempo que tiene la certeza de lo triste que se pondrían sus otros hijos si nos les siguiera, como quien dice, el juego, porque jugar era, a fin de cuentas, una escusa para no lamentarse.

Con Reunión viajamos a la época de la Revolución Cubana y hablamos de la nostalgia, de la tristeza por el amigo que se va, de la alegría por el que aún vive, de la importancia de luchar por unos buenos ideales, de qué es el presente y de cómo construir un futuro, intentando que el futuro no te construya a ti, y muchas otras cuestiones más en las que no me detendré.

La señorita Cora es uno de los textos más interesantes y no lo es  por el tema que trata, sino por cómo lo trata, porque, muy posiblemente, si lo hiciera de otra forma el texto tendría muchas probabilidades de hundirse en el lodazal del fracaso. Es la frescura de su composición y su peculiarísimo narrador lo que salvan al cuento. Este es un narrador interno algo inquieto, que no se contenta con permanecer en la cabeza de un personaje, sino que acaba pasando por las de todos. Cortázar escribe empleando una especie de narrador interno omnisciente, que nos permite ver que piensa cada personaje, sin profundizar mucho en dicho pensamiento, por lo tanto esta etiqueta de omnisciente tampoco es quizás apropiada, pero dejémosla estar por comodidad. Es como asomarse a un mundo mágico y lleno de colores durante tres segundos: uno se maravilla y capta algunas esencias, pero nunca la totalidad, porque cuando ya se siente nostálgico del anterior, descubre que ha surgido ante él otro escenario igual del encantador que el anterior, mas los matices nunca son los mismos. 

La isla a mediodía trata de la obsesión y de la huida del estresante mundo civilizatorio para adentrarse en la paz de la naturaleza. Se desarrolla un juego en el que la ensoñación acapara a la realidad hasta que ésta última fagocita a la primera.

El relato de Instrucciones para John Howell juega con las fronteras entre realidad y ficción, o de la ficción y la ficción dentro de la ficción. Cortázar crea a Rice, un espectador de una obra de teatro bastante aburrida al cual se le obliga, más que le invita, a participar en el espectáculo que es objeto de sus críticas. Una vez en el escenario tiene la posibilidad de boicotear la función, animado sobre todo por la actriz que interpreta a Eva, que no quiere que la “maten” al final del espectáculo, pero por su rebelión se gana que lo echen a la calle, desde la cual entrará de nuevo en el teatro y asistirá a cómo la obra termina como Eva no quería que terminase. Su cobardía le impide volver a trepar al escenario y poner un nuevo punto y final a la obra y le conduce a la autoacusación de culpabilidad que lo confunde entre Rice y el señor John Howell, personaje al que interpretaba.

De Todos los fuegos el fuego, relato que da nombre a la antología, hay que decir que mantiene cierta similitud con la película de Pier Paolo Pasolini Pocilga en su estructuración, donde se alternan dos historias en un montaje paralelo donde se pasa de una a otra en un mismo párrafo –a veces en una misma oración- con la velocidad de una chispa que prende. Por un lado se representa la historia de un gladiador que lucha en un coliseo contra un nubio y  el mundo de las apuestas de la clase nobiliaria romana como una comparativa entre los lujos del poder y la lucha por la supervivencia proletaria. Por otro lado se muestra una historia de un triángulo amoroso en la Segunda Guerra Mundial, donde un hombre abandona a la mujer que lo ama por otra que simplemente le atrae. Todos, buenos o malos, ricos o pobres, acaban consumidos por el fuego del incendio final.

El otro cielo es el último de los relatos de la antología y es, como todos los demás, sencillamente brillante. Cortázar nos cuenta la historia de un personaje que hastiado de su vida con su novia, una vida tranquila y relajada, sin pasión, sin emociones fuertes, una vida aparentemente sin vida, decide frecuentar uno de los barrios menos seguros y más pintorescos de todo París. Allí conoce a una prostituta de la que aparentemente se enamora y por cuya vida teme ante la amenaza de un asesino en serie tipo Jack el Destripador que vagabundea haciendo de las suyas por el barrio, amparado en las estrechas calles y galerías llena de rincones oscuros poco agradables. El protagonista siente que vive de nuevo, pero la pregunta será otra, podrá abandonar su posición vital para proteger a la chica que le quiere o no será, por el contrario, capaz. ¿El misterioso asesino se le adelantará?

Todos los fuegos el fuego es una selección magnífica de cuentos magníficos, que, por su calidad literaria, podríamos comparar con Ficciones  de Borges. Toda una delicia de la inteligencia. Potencialmente recomendable.

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