lunes, 27 de abril de 2015

Relatos, de Henryk Sienkiewicz (I)

Polonia a través del prisma americano...



Buenos días, lo primero que quisiera hacer antes de escribir esta reseña sería pedir perdón a todos los que me leéis, ya que, por diversas razones, me ha sido imposible avanzar en mis lecturas hasta hace relativamente poco, por lo que obviamente tampoco me ha surgido nada que haya podido comentar aquí. En la Esquina hemos estado leyendo a varios cuentistas últimamente, quizás no lo detalladamente que merecían ser leídos. El caso es que, siendo Sienkiewicz un autor relativamente poco conocido en la actualidad en España, me parece oportuno que, si a alguien debo dedicarle una reseña, es, sin duda, a él. Dicho esto, comencemos.

Sienkiewicz, más conocido por su novela Quo Vadis? es, además, un interesante cultivador del relato corto. Escribió en este tipo de género tanto al inicio de su carrera como al final, siendo sus últimas producciones, según el polonista Fernando Presa González, de bastante peor calidad que las primeras. Quizás sea esta una forma de justificar por qué selecciona sólo estas y no las siguientes. No lo sé. El caso es que Sienkiewicz ya en sus inicios literarios apuntaba maneras. Su labor como periodista nacional e internacional le llevaron al cultivo de una literatura muy política en estos cuentos, una línea que no continuaría después, sino en sutilísimos guiños, cuando comenzara a escribir sus grandes novelas históricas. Especial importancia tiene para el volumen que reúne los relatos de este primer Sienkiewicz el haber estado el autor de los mismos como corresponsal en América, concretamente en Norteamérica, donde se ambientan gran parte de los nueve cuentos (Orso, En busca del pan, El farero, Recuerdos de mariposa, Sachem). Aún estando estos cuentos escritos en el ambiente del Nuevo Continente, subyace siempre el tema de Polonia, repartida en tres imperios a finales del s. XIX y sometida a abusos varios que pretendían mermar la cultura autóctona en favor de la de las naciones ocupantes: alemanización, rusificación,… Aquí es donde compara al indio norteamericano (Orso, Sachem) con el pobre polaco, del cual se mofan los imperios alemanes y rusos del momento al considerarlos como poco civilizados con respecto a ellos. Tanto en Orso como en Sachem los indios sufren la imposición cultural del hombre blanco extranjero, pero mientras que Orso reacciona de una forma, Sachem lo hace de otra. Ambos sufren burlas al ser exhibidos como espectáculos de un circo ambulante. Mientras que Orso escapa de la violencia y huye con su amada a la naturaleza de la que procede, Sachem recibe todo el impacto de la burla, la ignora y luego camina, como si nada, a la taberna para echarse una cerveza al gaznate con el dinero del sueldo del dueño del circo. Si en Orso es más difícil ver la alegoría que dibuja Sienkiewicz sobre la ocupación cultural de Polonia, en Sachem todo está mucho más claro. Sachem perteneció a una tribu cuyo poblado fue arrasado por todos los colonos alemanes de la zona y del que sólo quedó él como único superviviente. Tras la ocupación física viene la ocupación cultural. Sachem en un cierto momento del espectáculo se dispone a cantar en alemán “una especie de canción salvaje y ronca teñida de profundos gritos de dolor". Hay un cierto momento en el que parece que Sachem va a vengar a sus antepasados de la muerte y las burlas de los alemanes. Es un instante que nos retrotrae al Hop Frog de Edgar Allan Poe. Sin embargo, es sólo un truco. Lo triste de la historia es que ya está demasiado influido por la cultura extranjera como para presentar algún tipo de resistencia. Quizás sea porque ya no tiene a dónde ir. En su huida del circo Orso, el indio del otro cuento, y su bella novia Jenny casi perecen de inanición en el desierto. Orso, que se ha criado entre hombres blancos, no sabe nada acerca de cómo cazar o qué plantas debe recolectar, lo cual era imprescindible saber para ser un buen indio. Orso sólo sabe hacer su show porque es lo único que le han enseñado. Su cultura le es para él desconocida. De la misma forma sucede con la educación en Polonia en aquella época como comentaremos próximamente cuando hablemos de De las memorias de un maestro de Poznań

El otro tipo de cuentos de tema americano se centra en la figura del emigrante polaco, que viajando con unas expectativas choca con la dura realidad y desea regresar a su patria, siendo ya esto muy difícil. De entre los relatos que integran este tríptico (En busca del pan, El farero, Recuerdos de Mariposa) me gustaría destacar como el relato que a mi juicio tiene mayor calidad el titulado En busca del pan, en el cual se narra el viaje de dos campesinos, un padre y su hija, al corazón de Arkansas con el propósito de fundar una colonia polaca, que será uno de los muchos engaños que tendrán que soportar. La ilusión, el desengaño y el dolor que provoca ese desengaño serán temas constantes en la narración estructurada en tres partes: el viaje en barcos, la paupérrima estancia en un barrio marginal de Nueva York y la vida en la colonia. Podemos añadir una cuarta parte: la salida de la hija de la colonia y su regreso a Nueva York, pero quizás sería marear mucho la perdiz. Llama especialmente la atención con relación a esto una fórmula de diálogo que el autor repite varias veces, primero en el barco, cuando se ve el océano inmenso, luego cuando llegan a Nueva York y luego cuando viajan en tren destino a Borowina, la ciudad en las que les han prometido una porción de tierra:

“-¡Maryś!

-¿Qué?

-¿Lo ves?
-Lo veo.
-¿Y no te asombra?
-Sí, me asombra.”

Ambos personajes, Marysia, la hija, y Wawrzon, el padre, caminan juntos a la perdición, acompañados de su ingenuidad y buena voluntad, de la que se aprovechan hasta en dos ocasiones. Vagabundos, errantes, buscadores de un futuro que les prometieron y que no existe. Marysia mira al mar soñando con el regreso de su enamorado Jasko, el cual no tendrá, según nos da a entender el narrador, ninguna intención de aparecer por allí para rescatarles. Mientras que la segunda parte, donde malviven en la ciudad bien puede recordar a algún fragmento de alguna novela de Dickens, la tercera, cambia  tan radicalmente de escenario que parece que lo que tenemos entre manos es una típica novela de la selva latinoamericana. En cualquiera de los tres casos (mar, ciudad, selva) el escenario no deja de cobrar un importante papel, estableciendo nuevas claves para una supervivencia cada vez más y más salvaje. 

Ambos personajes no quieren olvidar su patria. Lo mismo sucede con los protagonistas de El farero y Recuerdos de Mariposa, literariamente mucho mejor el primer cuento que el segundo. El farero representa la figura del polaco zarandeado de un sitio a otro, el cual tiene que esforzarse por sobrevivir. Tiendo a pensar que quizás es el personaje ideal de Sienkiewicz: bondadoso, valiente, patriota, que no pierde la fe, etc. En su faro panameño puede ver más que los demás, lo cual nos lleva a preguntarnos qué nos quiere decir con esto Sienkiewicz, porque bien es verdad que se aísla él mismo, evitando el más mínimo contacto con los lugareños. ¿Es porque es un místico o porque quiere conservar intacta su condición de polaco? ¿O ambas cosas? El caso es que es un personaje que mira constantemente por la baranda de la cima del faro, en dirección al mar, en dirección a su remota tierra. Cuando le regalen un libro en polaco todo para él será jolgorio, lo que le llevará a cometer un descuido y a perder el empleo… y a seguir vagando errante. Más suave es Recuerdos de Mariposa donde se cuenta la historia de un viejo polaco que viviendo en un pueblo de California, y no habiéndose encontrado con nadie de su tierra en decenios, ha leído profusamente la Biblia en una edición antigua para no olvidar su lengua y ahora no sabe hablar más que con arcaísmos. Además de ser el cuento más flojo de la colección a Sienkiewicz se le escapa algún que otro comentario racista no muy agradable.

Bueno, viendo lo que llevamos ya escrito, quizás sea mejor dejar lo que queda para una segunda parte, y así se genera expectación y esas cosillas. Sí, quizás sea mejor así. Lo dicho, volvemos a la carga con la segunda parte de la reseña en unos pocos días.

Segunda parte:

Relatos, de Henryk Sienkiewicz (II)



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Cuentos de Galitzia, de Andrzej Stasiuk


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