miércoles, 29 de abril de 2015

Relatos, de Henryk Sienkiewicz (II)

Sobre el niño y la educación en Polonia y el relato "Bartek el vencedor"...


Hace algunos días salió por aquí la primera parte de esta reseña, donde hablamos sobre todo de los cuentos de Sienkiewicz recogidos en este volumen de Cátedra que tocan el tema americano, aunque siempre esté presente Polonia. Hoy le dedicaremos unas líneas a comentar aquellos que ambientan su acción en la propia Polonia (De las memorias de un maestro de Poznań, Janko el músico, El ángel y Bartek el vencedor).

Dentro de estas cuatro obras podemos agrupar tres (Janko el músico, De las memorias de un maestro de Poznań y El ángel) según los temas que tratan: la educación y la infancia. En las tres historias el protagonista es un niño o una niña, una mente que se desaprovecha, una frágil alma que sufre los estragos de una organización catastrofista, que nacen en la más ínfima pobreza para luego morir en ella. Comentémoslos poco a poco.

Janko el músico es el primer cuento de la antología y ya desde la primera línea parece anunciarte no sólo el final de ese cuento en concreto, sino el de todos, porque Janko empieza con un “Vino al mundo enclenque, raquítico.” y no podrá dejar el mundo si no es enclenque y raquítico. La mayor parte de los cuentos tienden a terminar mal para sus protagonistas; lo que subyace en las historias son críticas sociales crudas. Los personajes se enfrentan muchas veces, sobre todo en este ciclo de tres cuentos, a condiciones adversas que les es imposible vencer. Janko es un niño que, a pesar de su miseria y su débil condición, incapaz para todo lo útil en esta vida, desarrolla un oído para la música extraordinario que es desaprovechado, al no brindársele la oportunidad de ir a la escuela a aprender cómo mejorar su talento innato y dedicarse a lo que ama: el mundo de los sonidos. Frente al sueño imposible de la escuela, Janko encontrará su propia escuela en la taberna del pueblo. Allí escucha el violín y se deleita con su melodía. Entonces aparecerá en él la necesidad de tener uno. Se lo fabricará con chatarra, pero bien es verdad que no suena igual. Sabe dónde conseguir uno de verdad, pero para ello tendrá que robarlo. Especialmente destacable y triste es el final del cuento, donde Sienkiewicz juega con los contrastes mostrándonos el talento desaprovechado de Janko frente a cómo miran los aristócratas hacia el extranjero buscando artistas, ignorando a las joyas nacionales.

El ángel al igual que Janko trata del tema del niño desatendido que, no pudiendo valerse, obviamente, por sí mismo, camina hacia su fin. Hay personas que podrían haberse ocupado de la protagonista, Marysia, pero están corrompidas por el alcohol, negocio que dirige la nobleza, la cual no quiere reparar en sus consecuencias nefastas. Este, si cabe, casi te da más pena que el anterior. El determinismo que hay en Janko desde la primera línea se repite en El ángel que comienza con: “En la aldea de Lupiskory [literalmente en polaco: en la que te desellan]...” Ese es otro punto interesante de la narrativa de Sienkiewicz: el uso de nombres propios con significado para designar lugares inventados. Tenemos otros ejemplos como Borowina (En busca del pan), que significa “lodazal” y Pognẹbin (Bartek el vencedor) que sería algo así como “deprimido”. 

El último de los relatos que toca este tema es De las memorias de un maestro de Poznań donde Sienkiewicz juega al contraste. Mientras que en Orso el contraste entre Orso y Jenny resulta enriquecedor porque de la fuerza, la inteligencia y el amor nace la energía necesaria para superar la opresión, en De las memorias de un maestro de Poznań el contraste no resulta sino destructivo. Por un lado, el pequeño Michas debe aprender alemán en el colegio por orden legal, pero por otro no puede olvidar su tradición como polaco. El pobre sólo quiere alegrar a su mamá, pero no puede desdoblarse como le piden. El choque tan fuerte termina por destrozar al niño. Se dibuja al alemán como alguien que quiere imponer su cultura sobre la frágil Polonia, representada por el pequeño Michas, que tiene un trágico fin. Hasta su preceptor, nuestro narrador polaco, está por morir al final del cuento.

Y el último cuento por comentar es el de Bartek el vencedor, que refleja, por un lado, la incultura del campesino polaco, y, por otro, cómo los alemanes se aprovecharon de dicha incultura para ganar la Guerra Franco-prusiana de 1870. Es uno de los relatos más largos, cuya longitud permite el desarrollo del personaje que vuelve de la guerra con el pensamiento enajenado, creyendo en su importancia al derrotar en las filas a tantos y tantos enemigos. Bartek regresa como un alemán más y así lo muestra Sienkiewicz: fumando en pipa “como un Bismark” y tratando como un tirano a su mujer. Pero él no es alemán y tras un altercado con uno de ellos, que golpeó a su hijo sin razón, ninguna de las medallas que consiguió en la guerra le servirá para escapar de prisión. Una nueva oportunidad se le abrirá después, pero quizás ya esté para entonces demasiado alienado. El final, por su contraste, recuerda mucho al de Janko.

En general tengo que decir que es muy buena selección. Hay algunos cuentos más flojos que otros, pero eso siempre ocurre. También hay alguna que otra perla. Sin embargo, como digo, la experiencia de lectura ha sido muy positiva y satisfactoria. Diría que es una colección más que recomendable.

Otra reseña que te podría interesar:

Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos

Confesiones del estafador Félix Krull, de Thomas Mann


No hay comentarios:

Publicar un comentario