viernes, 14 de noviembre de 2014

Eneida, de Virgilio

Seguimos con los clásicos...


Sí, con los clásicos. En una edición de Euroliber, con un traductor que no se especifica. No, no se especifica y, sin embargo, no es una mala traducción, en el sentido de que no contiene errores gramaticales, incoherencias y es fiel a lo que entendemos por el antiguo mundo grecolatino; no puedo saber, no obstante, si es igualmente fiel al texto original de Virgilio puesto que, desde la modestia, mi nivel latín es bastante bajo.

Pero olvidémonos de traducciones por un momento y centrémonos en la historia que nos plantea Virgilio que es la siguiente: finalizada la guerra de Troya y destruida la ciudad, los teucros supervivientes de la masacre se consagran a su héroe Eneas y a los dioses que aún no les han abandonado y que les han  ofrecido una especie de Tierra Prometida en las lejanas costas italianas. Allí deberán fundar una ciudad que, posteriormente, se acabará llamando Roma. 

De esta forma tan interesante, Virgilio trata de conectar la cultura griega antigua con la latina. Cabe preguntarse si la historia que se narra en la Eneida circulaba entonces de forma oral o, por el contrario, proviene de la imaginación de su autor. Lo que sí que me parece muy importante es la innegable influencia que Homero tiene en esta obra. Porque, aunque la Eneida constituye una epopeya independiente, más de la mitad de la obra proviene de estilos ya marcados en la Ilíada y la Odisea. Podríamos decir casi que la obra empieza con una Odisea y acaba con una Ilíada sin llegar al nivel de estas dos obras por separado, pero con capítulos completamente memorables. Especialmente he disfrutado con la lectura del segundo libro, en el que Eneas les relata a la princesa Dido y a su corte los desastres de los últimos momentos de la ciudad de Ilión, que era cara a Zeus, con la artimaña, o treta, del divino Odiseo más conocida: hablamos, por supuesto, del caballo de madera gigante en cuyo vientre descansaban los soldados dánaos, esperando el silencio de la adormecida y oscura noche para descender y tomar la ciudad. La aparición de Héctor, el fin de Príamo y de sus últimos hijos, el combate por el honor perdido, la escena del fantasma de Creusa, la esposa de Eneas y la fuga de Troya. Cada detalle narrado con especial precisión y efecto trágico, con su magia visual, con la riqueza del lenguaje de Virgilio; todo eso, repito, ha hecho que se encumbre como uno de mis pasajes favoritos y al que volveré tarde o temprano. 

Otro momento especialmente potente, a mi juicio, ha sido el descenso a los infiernos en el libro sexto, con el que se concluye esa parte de Odisea y comienza la de Iliada (esta distinción, cabe destacar, proviene de mí mismo y creo que es importante, porque divide la obra en dos: una primera parte que se asemeja bastante a una antología de cuentos y una segunda que se aproximaría más a una narrativa más propia de la novela). Como decía, el descenso a los infiernos está muy bien logrado y constituye, a mi gusto, el mejor descenso a los infiernos de todos los que he leído (Odisea, Divina Comedia, Eneida). Se sigue una estructura similar a la de la Odisea (Eneas al igual que Odiseo entra porque tiene que reunirse con alguien que le diga qué debe hacer, a ambos se les aparece un amigo que murió recientemente y al cual aún no le ha dado nadie sepultura) con algunos cambios importantes que luego se reflejarán en la Divina Comedia. Es muy interesante como se plantea una estructuración del infierno más compleja y cómo sus habitantes sufren tormentos mucho mayores, que se acrecentarán en la obra del florentino Dante.

El resto de la obra es, tal vez, menos impactante, pero no deja por eso de estar bien escrita y de conservar un altísimo nivel para su época. Personalmente, me gusta mucho más lo que creo que es el estilo de escritura de Virgilio por la traducción que el de Homero. Goza de una mayor fluidez y no se torna, normalmente, pesado, sino todo lo contrario. El final es especialmente trágico con un acto que se produce en el momento justo en el que se tiene que producir y que nos deja con la incertidumbre de qué ocurriría después. No diré nada más, pero volveré, tarde o temprano, a la lectura de varios capítulos, los señalados y, quizás, algún otro, en otra traducción y los disfrutaré de nuevo.

Otras reseñas de este ciclo grecolatino antiguo de literatura:

Ilíada, de un apuesto señor llamado Homero

Odisea, de un apuesto señor llamado Homero

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