viernes, 29 de agosto de 2014

Las cinco advertencias de Satanás, de Enrique Jardiel Poncela

Dí que fue cosa del Karma, Félix...


Si Eloísa está debajo de un almendro me pareció una auténtica joya del teatro de cualquier época, Las cinco advertencias de Satanás tampoco se quedan muy atrás. Me van a perdonar la portada, que no es de una edición física, sino de un ebook, pero es que no la encuentro separado de Eloísa, porque, al parecer, tradicionalmente estas dos obras han de ir a todos lados juntas o no ir en absoluto. El texto, que es lo importante, es el mismo. 

Las cinco advertencias de Satanás se encumbra como una interesante, más que comedia, tragicomedia en cuatro cortos e intensos actos. El primer acto constituye la presentación de los personajes principales. Félix es un hombre rico de unos cuarenta y cinco años que acostumbra a cambiar de mujeres constantemente, ya que el amor es para él efímero y se esfuma a los pocos meses de comenzar una nueva relación. A toda mujer que le aburre la despide con una indemnización que se encargar de extender un judío llamado Isaac Blum, que le hace de administrador y despierta al humor por su tacañería exagerada. Para que la escena no cause un gran daño a la joven, Félix invita siempre a casa, antes de estos despidos, a su amigo Ramón, un hombre engreído que vive de los restos que le da don Félix. Ramón toma a las mujeres que despecha Félix y recibe por ello una cantidad monetaria que le extiende el primero. Realiza, según él, una labor imprescindible que suprime las cargas y los pesares que atosigan a su amigo aristócrata. En el primer acto asistimos a uno de estos despidos, donde la despechada, Alicia, rechaza cualquier tipo de dinero y se toma este ofrecimiento como una ofensa. Al despreciar esta alta suma, Isaac ve en Alicia a su mujer ideal -aquella que no tiene gastos- y se lanza tras ella a conquistarla, abandonando la escena y dejando solos a Félix y Ramón, que siguen tal cual, como si nada hubiera pasado. 

De pronto comienza Félix a lamentarse. Su vida ha consistido en chocar una y otra vez contra el Destino en busca del amor. Todo esto nos puede recordar mucho a las novelas erótico-galantes e incluso a las telenovelas de la televisión, sólo que en otro tiempo. Es el objetivo del autor, parodiar. La gran negación del destino de los seres humanos es un tema central en la obra y se antoja como algo que se realiza por rebeldía y que, a pesar del empeño, es incapaz de obtener buenos resultados. Lo veremos claramente cuando Leonardo, más conocido como Satán, Lucifer, Belcebú o Mefistófeles "entre en escena" y comience, para impresión de los dos hombres, a soltar cada una de sus cinco advertencias, dejando la quinta en una incógnita que resolverá dentro de un año. Primero le dice a Félix que una joven se va a enamorar de él y que no podrá huir de ella. Después le anuncia que él se enamorará también de ella y que la conquistará tras vencer a un rival. Y finalmente que, tras tres meses de dicha y amándose mucho mutuamente, él renunciará a ella arrepentido de su relación, dándosela a su contrincante. También añade, y esto sobresalta a los dos, que este rival será Ramón y que conocerá a esa misma chica esa noche y en unos minutos, cuando el reloj toque las doce. Féilx, que no quiere volver a tropezar con el Destino, consigue que Ramón se vaya y cierra todas las puertas de la casa porque están tocando ya la hora anunciada para el encuentro, pero entonces una joven hermosa llamada Coral, que camina sonámbula de madrugada, se cuela por el balcón de la habitación mientras la escena está vacía. Félix, al ver esto se asusta a más no poder, y arranca auténticamente la obra.

Si bien no es tan cómica como Eloísa está debajo de un almendro, debido quizás a la ausencia de personajes secundarios llenos de tópicos, Las cinco advertencias no flojea ni un momento y te atrapa hasta el final. Jardiel tiene un cuidado característico con el escenario, como ya vimos en la anterior reseña. Llena de matices, es una obra interesante con muchas de las máximas de Jardiel Poncela entorno al amor y a la mujer que luego recogería él mismo en su obra Máximas mínimas. No es la mejor obra de teatro del mundo, pero sí que es muy buena y nos acerca al pensamiento de este gran autor al mismo tiempo que nos hace reír y preocuparnos por los personajes. Me alegro mucho de terminar agosto, porque es más que probable que ésta sea la última reseña del mes, con esta obra.

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