martes, 12 de agosto de 2014

Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski

La historia de Raskólnikov, un hombre que se creía extraordinario...


Como el curso que entra asisto a la asignatura de Historia de la Literatura Rusa II (es decir, siglo XIX y comienzos del XX) y sólo la quiero cursar para estudiar en profundidad a este gran peso pesado universal de las letras que es Dostoievski, me dije que este verano me tragaría alguna gran obra suya, porque, no es que hubiera leído poco del gran Dosto, sino que había evitado sistemáticamente todas sus obras largas por falta de tiempo. Ahora, en verano, disponiendo de un horario mucho más libre he podido echarle al fin el guante a una novela como "Crimen y Castigo", y me alegro mucho de haberlo hecho. Sobre "Crimen y Castigo" podrían perfectamente escribirse un ensayo de doscientas hojas sin la necesidad de escapar mucho del texto, pero veo mucho más cómodo, para mí y para los que leéis esto, resumir lo más importante en una carilla de folio. Así pues, allá vamos.

  "Crimen y castigo" desarrolla en el San Petersburgo de 1866 la historia de Rodión Romanich Raskólnikov, un ex estudiante de Derecho que vive en un cuchitril, viste como un pordiosero y lleva varios meses sin pagar el alquiler porque, en lugar de trabajar, por ejemplo, dando lecciones, dedica su tiempo a pensar sobre múltiples cuestiones.Entre sus pensamientos está la idea obsesiva de que él es un hombre extraordinario como Napoleón y que para que arrancase su carrera es necesario realizar algunos sacrificios, humanos. Sobre la existencia de hombres ordinarios y hombres extraordinarios, a los que les está permitido matar porque luego realizarán acciones que contribuirán a mejorar enormemente la sociedad, habla Raskólnikov en un artículo que escribe para una revista tiempo antes de comenzar la acción. La altanería de Raskólnikov es un punto clave para entender el por qué mata a una vieja usurera, al poco de comenzar la historia, y le roba lo que puede. Y es que para el ex estudiante esa anciana no era más que una "pulga", que ni siquiera tenía derecho a la vida; pensaba, o quería pensar, que le hacía un favor al mundo deshaciéndose de ella para siempre. Pero al poco de eliminar a la "pulga" y recoger de un baúl escondido debajo de la cama algunos de los tesoros empeñados, Raskólnikov cae en la cuenta de que se ha dejado la puerta abierta, y, mientras vuelve rápidamente a cerrarla, le sorprende un silueta humana que, de pie junto a la víctima, intenta dejar escapar un grito de terror, pero no puede. Es Lizaveta, la hermana menor de la anciana que había salido a la casa de unos amigos de la Plaza del Heno. Raskólnikov tendrá de nuevo que matar y huir, algo que, con una suerte increíble, consigue, porque alguien llama a la puerta que acaba de cerrar y se pregunta extrañado qué ocurre. Aquí está el crimen de Raskólnikov, ahora viene el castigo, más psicológico que físico, como podríamos esperar de Dostoievski.

  Un día antes del asesinato, Raskólnikov conoce a un borracho ex funcionario apellidado Marmeladov, que luego será muy importante porque permite la introducción de nuevos personajes muy interesantes, como por ejemplo Katerina Ivanovna, su esquelética mujer noble caída en desgracia, y Sonia, la hija de ambos que se ha visto, por necesidad, ejerciendo la prostitución en los barrios de la ciudad. El encuentro con Marmeladov ocupa todo un capítulo a través del cual se establecen similitudes entre la vida del borracho y la de Raskólnikov, al que el ex funcionario tilda de un hombre culto e inteligente como él, y es sumamente interesante porque aún no se han descubierto al lector los planes del ex estudiante con claridad con respecto a la avara vieja, si bien ya le ha hecho una visita de ensayo. Marmeladov le confiesa que ha dejado su trabajo, en el cual ganaba lo suficiente para alimentar a su familia de tres hijos, para gastárselo todo en bebida. Le cuenta también las desgracias que padece su familia, desgracias que recuerdan exageradamente a las de la de Raskólnikov, de la que ahora hablaremos. Esta escena es representativa como muchas otras y, como curiosidad, de ella se han pintado hasta cuadros como éste: 


  La sacrificada familia de Raskólnikov está compuesta por dos mujeres más él, su madre, Pulkeria Alexandrovna y su hermana, Abdotia Romanovna Raskolnikova. En el tercer capítulo envían a Raskólnikov una carta desde su remoto pueblo en el que le explican las penurias que han tenido que pasar debido a un personaje llamado Svidrigáilov, para el cual trabajaba Dunia (diminutivo de Abdotia) como institutriz, quien, rico, viejo y sádico, la desea como amante y la calumnia cuando ésta se niega a aceptarle por respeto a Marfa Petrovna, su mujer, y es entonces cuando el pueblo entero comienzan darles la espalda. Pronto se descubre la verdad sobre Abdotia y todo parece aclararse, Marfa Petrovna le pide disculpas a Dunia y luego, incluso, le dejará algo de su fortuna a la hora de realizar su testamento, por todas las molestias que les ha causado, y que se descubrirá a mediados del libro. En medio del rechazo del pueblo hay un hombre que se niega a aceptar lo que dicen de la hermosa Dunia las bocas mordaces y decide que se casará con ella y la sacará del pozo, el abogado Luzhin, un ser arrogante como nadie, hacia el cual cede Dunia sólo porque no hay otra salida, y, según piensa Raskólnikov, para sacrificarse por él y ayudarlo a terminar su carrera. Raskólnikov no quiere que nadie se sacrifique por él, y  menos su hermana a la que quiere, por lo que no tardará en rechazar al novio cuando éste se presente en su cuchitril para conocerle y pedirle permiso para proseguir con la boda. 

  Cuando se produce este escena ya ha pasado varios días de la muerte de la vieja. El dilema psicológico de Rakólnikov, su lucha contra el sentimiento de culpa, su deseo de huir de la ley y convertirse en un nuevo Napoleón, ya lo abruman, tanto, que incluso tiene fiebres altas. En una oficina de la administración, a la que tiene que ir no recuerdo ya para qué, escucha a dos oficiales hablar de la reciente muerte de la anciana y su hermana y comienza sentir mareos hasta que se desmaya en medio encima de la mesa. Comienza a sentir que sospechan de él. Comienza a culparse a sí mismo por no poder llevar su plan adelante. Ha escondido todo lo robado en una piedra, de momento, sin ni siquiera mirarlo, tras meditar si debía o no tirarlo al río Nevá. Esa misma tarde acude a la casa de su amigo Razumijin, quien luego se enamoraría de Dunia, sin saber muy bien por qué, y éste le ofrece trabajo como traductor al ver las pintas de su amigo. Raskólnikov acepta para luego volver y tirar por el suelo los textos. ¡Un hombre como él no se puede dedicar a cosas tan bajas! 

  Su problema, su lucha interna contra el sentimiento de pecado y culpa protagonizada por sus ideas, coge la forma de una enfermedad y las fiebres lo tienen atado a su cama tres días. Razumijin y Zosímov, un médico amigo, lo cuidarán hasta que mejore, pero el baile ya ha comenzado y el debate interior de Raskólnikov, su castigo, acaba de empezar, y tiene todo la pinta de que va a durar muchas páginas.

  Dostoievski coincide con la gran época del realismo y, si bien se adscribe a esta corriente literaria porque describe con gran minuciosidad todo lo que puede verse (paisajes, objetos, personas, momentos,...), no se para, simplemente, ahí, sino que indaga incluso en los confines más remotos de la naturaleza humana, logrando una profundidad psicológica que aún hoy es admirable y que lo encumbran como uno de los grandes genios de la literatura. En "Crimen y castigo" esto se aprecia, no sólo en los diálogos, muy logrados por cierto, sino en la multitud de ocasiones en las que nos deja a un individuo aislado del resto en sus elucubraciones, que pueden durar páginas y páginas de razonamientos más o menos lógicos, pero sobre todo verosímiles, que es de lo que aquí se trata. Basta con leer este fragmento que publiqué en el blog hace no mucho para hacernos una idea. El narrador, siendo típico del realismo porque así tiende a expresar mejor una apariencia de objetividad, es en tercera persona centrado principalmente en Raskólnikov, aunque a veces se hacen breves escapadas a otros personajes como Razumijin, Dunia, Luzhin o Svidrigáilov que le dan más dinamismo y refrescan, por decirlo de algún modo, la novela, dándole nuevos puntos de vista más que interesantes y necesarios para comprender la historia en su totalidad. Entre las técnicas literarias básicas de contar y mostrar, Dostoievski prefiere claramente el mostrar, hacerlo todo más visual, sin importarle el número de páginas que su historia pueda ocupar. Sólo parece cambiar de parecer en el epílogo, donde en veinte páginas se nos narran casi más acontecimientos que en la mitad del libro. En general, he disfrutado mucho con la lectura de "Crimen y castigo" y creo que no me he equivocado a la hora de escoger asignatura en la matrícula. La historia de Raskólnikov es una historia llena de matices con muchos grandes momentos puramente geniales por los que merece la pena para cualquier lector y es, por tanto, más que recomendable. 

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